martes, 28 de abril de 2009

‘Huérfanos de Brooklyn’ de Jonathan Lethem



¡Verbotem! ¡Gladryn, gladryn! ¡Mierdaseca! Este libro está protagonizado y narrado en primera persona, ¡verbotem!, por un personaje que sufre el síndrome de Tourette. ¡Mierdaseca! Así que empezad a acostumbraros a esta clase de explosiones de palabras, aliñadas con algunas palabrotas, si queréis acercaros a la obra que convirtió a Jonathan Lethem en un autor de culto que, no obsante, tiene un buen puñado de seguidores: Huérfanos de Brooklyn.

Jonathan Lethem (Nueva York, 1964) es una de las voces más inventivas de la ficción contemporánea. Con su novela Huérfanos de Brooklyn (2001) recibió el Premio Nacional de la Crítica estadounidense. Recientemente, Lethem ha sido galardonado por la revista Newsweek como una de las “cien personas del próximo siglo”.

El argumento que nos presenta en Huérfanos de Brooklyn no es especialmente original, pero sí está contado de una forma original. Transcurre, como bien dice el título, en Nueva York, y arranca con el asesinato de Frank Minna, un empresario cuyo negocio oculta una agencia de detectives. Lionel Essrog, uno de los cuatro huérfanos que Minna había adiestrado en su juventud para convertirlos en sus hombres de confianza, decide investigar las causas de la muerte de su jefe por su propia cuenta.

Pero Lionel no es un tipo normal. Sufre síndrome de Tourette.

Como sabéis, el síndrome de Tourette se caracteriza por la pronunciación compulsiva y nerviosa de palabras, a veces sin sentido, a veces derivativas de palabras que se oyen alrededor, a veces simples palabras ancladas desde hace años en la mente del paciente, que éste necesita sacar al exterior en forma explosión de fonemas para desahogarse. Una variedad rara del síndrome de Tourette es el que está acompañado de coprolalia, esto es, pronunciar palabras malsonantes de forma compulsiva. Lionel Essrog tiene este último tipo de síndrome de Tourette mezclado con toda clase de tics y trastornos obsesivos compulsivos.

Al estar la historia en primera persona, las descripciones de Lionel son, cuando menos, chocantes, fijando su atención en aspectos poco comunes de las cosas, o empleando adjetivos inapropiados pero extrañamente poéticos para describirlos. Y también con muchas palabrotas y palabras inventadas, que brotan atropelladas de la boca del protagonista, ¡verbotem! Así pues, estamos ante una novela negra, pero que retuerce el género hasta convertirlo en una cosa totalmente nueva. Incluso, Lionel, a modo de médium, es como si pudiera contactar con su jefe muerto, pues a veces adopta su idiolecto, fascinado por algunas de sus expresiones y palabras.

Lionel también obra como un excelente detective gracias a sus compulsiones por tocar las cosas, ordenar nombres y objetos, la trascendencia de las simetrías y demás. Sus defectos, entonces, acaban resultando virtudes.

La historia, pues, es entretenida, incluso divertida, aunque en la parte final se convierte en un lío tan monumental y atípico que a veces se me hacía difícil de seguir. Si uno quiere seguir leyendo es, sobre todo, por las enjundiosas disquisiciones del protagonista, un freak neurológico como lo pudo ser Dustin Hoffman en Rain Man o cualquier otro personaje de los libros de Oliver Sacks.

El libro, pues, pivota en la personalidad del protagonista y no tanto en el sustento de la trama; no en vano, el actor Edward Norton, un lince a la hora de escoger personajes interesantes, ya ha decidido que va a interpretar a Lionel Essrog, este héroe antihéroe, en una futura adaptación cinematográfica.

Editorial Mondadori
326 páginas
ISBN: 84-397-0647-2

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